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La consulta interna del Pacto Histórico para elegir a su carta presidencial se perfila como un escenario cargado de contradicciones y cuestionamientos. Daniel Quintero, exalcalde de Medellín y ahora aspirante presidencial, es uno de los nombres más visibles, pero también uno de los más polémicos. En su contra pesan imputaciones de la Fiscalía por el caso Aguas Vivas, que incluyen presuntos delitos de peculado, interés indebido en la celebración de contratos y prevaricato. A esto se suman pliegos de cargos de la Procuraduría por no cumplir con sus declaraciones de renta en los tiempos legales y una sanción por participación política indebida cuando aún ejercía como alcalde. Un panorama que, lejos de fortalecer su imagen, expone la fragilidad ética de quienes hoy pretenden representar una alternativa de poder.
Lo más preocupante de la figura de Quintero no es solo la acumulación de procesos, sino su avance concreto: ya fue formalmente imputado por la Fiscalía por los delitos de peculado por apropiación y prevaricato por acción relacionados con el caso Aguas Vivas, y un juez de garantías avaló esa imputación como procedente.
La Fiscalía radicó recientemente el escrito de acusación contra él y otros doce implicados, con cerca de 4.000 pruebas documentales y testimonios que, según los investigadores, respaldarían los cargos de interés indebido en contratos y otras irregularidades. Se ha fijado para el 21 de noviembre de 2025 la audiencia de acusación, momento en el cual el caso entrará formalmente en la etapa de juicio oral si el juez lo decide. Además, el proceso disciplinario por supuesta participación política indebida no avanza con celeridad: la apelación ya ha sido reasignada varias veces en la Procuraduría sin un pronunciamiento de fondo.
El trasfondo de esta candidatura abre una reflexión necesaria: ¿es este el liderazgo que necesita el Pacto Histórico para presentarse como alternativa real de poder? Apostar por figuras con expedientes judiciales y sombras éticas no solo debilita el discurso de cambio, sino que termina por perpetuar la misma crisis de confianza que se dice combatir. La consulta mostrará nombres y números, pero la verdadera pregunta que debería hacerse la ciudadanía es si un candidato cuestionado puede ser el abanderado de la transformación que millones esperan. En política, la coherencia es tan importante como la victoria, y hoy la candidatura de Quintero parece estar muy lejos de encarnar ese principio.